Estos últimos días, y sobre todo después de las lluvias, estamos limpiando el gallinero y el corral de las cabras. Cuesta lo suyo la verdad, pero es un trabajo muy gratificador. A las gallinas se las ve contentas de redescubrir espacios olvidados, encontrar lombrices, revolcarse en la ceniza recién echada y subirse a las nuevas perchas que les hemos puesto. Digo que es satisfactorio este trabajo porque al final nos llevamos cuatro bolsas llenas de compost fértil y bien procesado a la huerta. Después de un par de semanas se empieza a sentir que el huerto ha recibido una dosis de energía vital.
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